En la copa que Sir Perceval ofrece a Arturo, su Rey, se hallan las ofrendas del hombre que se ha liberado de sus viejas y oxidadas armaduras. Un hombre que, realmente, ha conquistado el derecho a sentarse en la mesa del Rey. Representa al Hércules que se ha combatido a si mismo y se ha reconocido, finalmente, como Hijo de Dios.

Perceval, Hércules… han despertado, en si mismos, los doce pétalos de las cualidades divinas que anidan en su corazón. Ya pueden elevar el cáliz y transmutarlo en “Santo Grial”. Ya se han transformado en sus hierofantes de si mismos. Las doce cualidades despertadas han supuesto doce trabajos a los largo del misterio de las estrellas.

Perceval representa al hombre que ha acertado el misterio que le proponía su alma. El, Perceval, el iniciado, ahora es la síntesis de todos los personajes que se suceden en la magnifica película que es “Excalibur”.

Sir Lancelot representa la naturaleza elevada de hombre, hijo de hombre. Allá por los dias de Virgo descubrió en él la naciente vida de Arturo, la esperanza del Cristo en él. Fue cuando luchó con Arturo por el estrecho puente, antakarana, que le permitía acceder a su reino. Lancelot se transforma en caballero, en el primero de los caballeros, en promesa de Vida, y después en Vida puesta al servicio de los hombres, hijos de hombre en su sacrificio final.

Desde un principio se siente atraído, irremediablemente, por Ginebra, la esposa de Arturo. Siendo Ginebra la expresión pura de la materia surgida de la matriz de la naturaleza.

De forma que materia atrae a espíritu y espíritu se deja seducir por la materia. Ginebra y Lancelot se unen en abrazo sentenciado por la espada de la Justicia y del Equilibrio, “Excalibur”. Cuando Arturo, el Rey, el Cristo, hinca su espada entre espíritu y materia, entre Lancelot y Ginebra, un nuevo misterio ha sido revelado y ambos reconocen su parte en el trabajo de redención.

En un momento de la película, casi al final, Arturo le comunica a Ginebra, su esposa, la materia, retirada en expiación, que un dia le reclamará como esposa suya que es. La reclamará en el momento en el que el cáliz, que fue alzado por las manos de Perceval, el caballero iniciado, el Hierofante, se transmute de copa material en Santo Grial. Un Santo Grial adornado por doce Piedras preciosas. Doce cualidades surgidas en la esencia íntima de la materia y que en proceso de consagración, en un momento de silencio e íntimo vacio, acoge, en su matriz, la Hostia representando al Cristo. A Arturo… el Rey.

Los misterios han sido, siempre, expresados a través de claves y acertijos. La leyenda del Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda, no es sino una manifestación más de los antiguos mitos que iniciados egipcios, griegos, chinos, hindúes, y de tantos otros pueblos, supieron expresar a través de sus enseñanzas.

Llegados a este punto, cabria reflexionar acerca de la grandeza del hombre. De la Humanidad. Una grandeza que nos permite trasladar a la épica los permanentes “pares de opuestos” en los que se desarrolla su conflicto. Un conflicto que, oportunamente, Libra se encarga de despejar. Un conflicto que nos aproxima a nuestra realidad interior con la revelación comprendida del misterio del “Hijo Pródigo”, al cual espera Su Padre todos los dias incansablemente.

Numerosas pruebas ha sufrido. Numeroso Hércules han sufrido. Y de todas ellas ha surgido triunfante. Y los dioses, allá en sus espacios astrológicos, se han alegrado de ello y brindado por un hijo de hombre que se ha reconocido com “Hijo de Dios”.

Justo en el momento en el que iza su copa a lo alto, doce acólitos la siguen con su mirada. Doce cualidades divinas y un Silencio Profundo que desvelan los “misterios” del Espacio. Surge el Cristo de él. La copa, ahora Grial, ha sido transmutada. La personalidad se somete al alma. La materia, Ginebra, ha sido redimida.